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Bienestar y salud

02 de enero de 2020

En relación a la psicoterapia

“Venimos al mundo mucho antes de nacer” Boris Cyrulink


El neurodesarrollo inicia desde la gestación. En el tercer mes, las estructuras cerebrales que regulan los mecanismos autónomos de supervivencia -respiración, circulación sanguínea, ritmo cardiaco, regulación de la temperatura, etcétera- se encuentran desarrollados(1). Las zonas del cerebro relacionadas con la memoria implícita (sensorial y emocional) también se desarrollan antes del nacimiento.

Si un niño o niña crece en un ambiente donde sus necesidades son satisfechas, interiorizará patrones de bienestar y como adulto contará con las herramientas necesarias para cuidarse, desarrollar vínculos sanos y poseer mayor resiliencia para enfrentar situaciones estresantes.

Ello, dado que la posibilidad de que el potencial con el que nacen las personas pueda ser desarrollado depende en gran medida de que todas sus necesidades fisiológicas, afectivas, cognitivas y sociales estén cubiertas(2).

Las necesidades afectivas son particularmente relevantes e implican que las primeras etapas de crecimiento se desenvuelvan en contextos de seguridad emocional y protección, lo que dará como resultado niños, niñas, adolescentes, y -posteriormente- adultos seguros, resilientes y con alta autoestima. Igual de importante es favorecer la autonomía a través de la exploración y la curiosidad(3).

Quienes ejercen roles de cuidadoras deben estar en posibilidades de distinguir lo que niñas, niños y/o adolescentes requieren para brindarles seguridad y para fomentar la exploración.

Además, el contexto en el cual se enmarcan los primeros años de vida es fundamental para el adecuado desarrollo de la salud y el bienestar en la adultez.

La vida es un continuo de experiencias que nos llevan a la crisis. Como resultado, se consigue aprendizaje y crecimiento, o puede desarrollarse una serie de síntomas que pueden hacer incapacitante la vida de la persona.

Hay una serie de factores que predisponen estos resultados, entre ellos, la edad y fase de desarrollo; el estilo de crianza; cuestiones biológicas y de temperamento; estrés preexistente; reacción e implicación de las esferas familiar e institucional (contexto social)(4).

La vivencia temprana de situaciones estresantes y/o potencialmente traumáticas puede tener consecuencias en el desarrollo cerebral, los cuerpos, las emociones, el comportamiento y la forma de tomar decisiones(5). Un enfoque de manejo del estrés así como técnicas de autocuidado ayudan a fortalecer el bienestar.


Autora: Denisse Talamás Salazar


1.- R. Guerrero, O. Barroso. El desarrollo emocional de tu hijo. Editorial Océano.Pág. 84.

2.- Ibídem. Pág. 44

3.-Ibídem Pag. 55 y 56

4.- B. Rubin Wainrib, E. L. Bloch, Intervención en crisis y respuesta al trauma. Teoría y práctica. Desclée De Brouwer. 2000, pág 57 y 58.

5.- E. Kandel, La nueva biología de la mente. Qué nos dicen los trastornos cerebrales sobre nosotros mismos. Paidós. bienestar psicológico

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