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Dolor crónico, enfermedad y trauma psicológico

02 de enero de 2020

En relación a la psicoterapia

La verdad acerca de nuestra infancia está resguardada en nuestros cuerpos y vive en las profundidades de nuestras almas. Nuestro entendimiento intelectual puede ser engañado, nuestros sentimientos entumecidos y manipulados, nuestra percepción confundida, nuestros cuerpos engañados con medicación, pero nuestra alma nunca olvida. Y como somos una unidad, una sola alma en un solo cuerpo, un día nuestro cuerpo presentará su factura. Alice Miller(1)


Existe evidencia científica de que niños, niñas y jóvenes que han vivido experiencias adversas pueden tener riesgo de padecer enfermedades crónicas en la adultez(2). Además, pueden presentar problemas de comportamiento y/o aprendizaje, así como dificultades en el manejo de sus emociones.

Los efectos del estrés crónico han sido ampliamente estudiados. Por ejemplo, Robert Sapolsky (Universidad de Stanford) encontró que, en los periodos de estrés crónico, el cortisol y las hormonas relacionadas con el estrés pueden causar mala memoria, pensamiento confuso y falta de creatividad(3).

También puede agravar enfermedades cerebrales preexistentes como epilepsia, derrames cerebrales, Alzheimer y demencia. En personas adultas, esas hormonas vinculadas al estrés crónico pueden llevar a fatiga, dolor muscular, hipertensión, úlceras, problemas de fertilidad y mayor riesgo de padecer enfermedades. Investigaciones recientes han revelado la asociación entre estrés traumático y el incremento del riesgo de numerosas enfermedades(4), incluido el cáncer. (Ver, I. Jarero, Epigenética, parte 1, Revista Iberoamericana de Psicotraumatología y Disociación, 2015).

Si bien el trauma y sus impactos en la persona obedecen a muchos factores, distintas investigaciones han demostrado que las experiencias traumáticas tienen poderosos efectos sobre el desarrollo de la personalidad y que el medio interfiere en la acción de algunos genes(5) pudiendo ocasionar cambios moleculares que aunque no alteran el ADN de un gen, si puede afectar la expresión de esa secuencia(6) y con ello influir en que una enfermedad se manifieste.

Asimismo, el efecto que tiene vivir experiencias estresantes y su vinculación con síntomas somáticos y enfermedades psiquiátricas -como depresión y ansiedad- han sido materia de diversos estudios(7).

Existe evidencia científica que vincula factores de riesgo que causan la muerte en personas adultas, como fumar, tener malos hábitos alimenticios, inactividad física, estado de ánimo depresivo, adicción al alcohol o a drogas ilegales, tener relaciones sexuales sin la protección adecuada e intentos de suicidio con experiencias adversas en la infancia(8).

Las experiencias adversas en la infancia se clasifican(9) de la siguiente manera:

  • Vivir o presenciar abuso físico, psicológico o sexual.
  • Habitar un hogar con personas adictas al alcohol o a drogas ilegales.
  • Convivir con una persona cuidadora en depresión o con alguna enfermedad mental.
  • Vivencias de intentos de suicidio por parte de las o los cuidadores.
  • Haber experimentado abandono, ya sea por muerte o separación de las o los cuidadores.
  • Encarcelamiento de alguna de las o los cuidadores.

El primer estudio(10) que comprobó -con una muestra de 8,056 personas en un hospital en San Diego, Estados Unidos- que las experiencias adversas en la infancia tienen un vínculo con el desarrollo de enfermedades y muerte en la edad adulta, también encontró que las personas que habían indicado haber vivido experiencias adversas en la infancia, presentaban mayores riesgos de salud (enfermedades cardiacas, cáncer, enfermedad pulmonar obstructiva crónica -como bronquitis y enfisema-, fracturas de huesos y enfermedades de riñón). Esos riesgos incrementaban si el número de experiencias adversas aumentaba.

Estudios confirman la idea de que el dolor físico y el emocional comparten algunos mecanismos neurales subyacentes. Así, el dolor físico que experimentamos al golpearnos podría activar los mismos mecanismos de dolor que la pérdida o ruptura de un vínculo emocional. En efecto, imágenes de nueroanatomía han comprobado que las mismas zonas del cerebro que se activan al experimentar dolor físico, se activan con el dolor emocional y social -como el que genera la exclusión- (11) .

Respecto de pacientes con dolor crónico (dolor persistente que no responde a los tratamientos médicos habituales) (12) se ha observado que presentan síntomas de estrés postraumático previo al desarrollo de ese dolor(13).

Se sabe también que aquellas enfermedades que no tienen explicación medica, como la fibromialgia, suelen tener componentes psicológicos. Existen estudios sobre el control voluntario del sistema nervioso autónomo que han demostrado que la actividad fisiológica implicada en la génesis del dolor puede ser influida por factores psicológicos.

Fordyce y colaboradores (1976), aportan un modelo que explica los efectos de los factores ambientales en el dolor, así, justifica la presencia del dolor y sufrimiento crónicos aún cuando factores orgánicos (físicos) están ausentes.

La forma en cómo una persona percibe el dolor constituye una experiencia compleja determinada por su propia historia; la forma en que la significa; la situación en la que se encuentra; las creencias de sí misma, así como las creencias sociales y culturales acerca del dolor y la enfermedad.

El dolor físico persistente enfrenta a la persona con una serie de estresores constantes que pueden abarcar todas las áreas de su vida -laboral, familiar, social, económica, además del estrés causado por el dolor. Por ello es común experimentar sentimientos de ira, desmoralización, desamparo, desesperación, frustración, aislamiento y depresión

La vivencia de una enfermedad tiene un impacto no solo para quien la padece, sino para su familia y personas cercanas. En especial, en quien funge como cuidador o cuidadora primaria.

Los problemas de salud tienen implicaciones emocionales fuertes y derivan en cambios de vida. Ello demanda la existencia de una sólida red de apoyo para todo el sistema (la persona enferma, quien la cuida y la familia).

El intento por focalizar la salud en solo un aspecto (médico o psicológico) puede conducir a perder de vista factores importantes tanto en la prevención como en el tratamiento de enfermedades y la recuperación de la salud.

Se cree que muchos de los mecanismos de afrontamiento del estrés -por ejemplo, hábitos alimenticios inadecuados o fumar- son, al paso del tiempo, los factores que pueden influir en el deterioro y/o pérdida de la salud.

Si en los periodos sensibles -infancia y adolescencia- se trabajan las experiencias adversas, se propicia el desarrollo óptimo, lo que impacta en el mejoramiento de la salud física y emocional presente, así como en la disminución de los factores de riesgo que pudieran desembocar en suicidio -actualmente, el riesgo de suicidio representa un problema de salud. En 2016 en México hubo 6,291 suicidios (INEGI) y a nivel mundial la OMS indica que cada 40 segundos una persona se suicida siendo la segunda causa de defunción en jóvenes de 15 a 29 años-, el desarrollo de enfermedades crónicas, adicciones, sobrepeso, entre otras condiciones médicas.

PANORAMA DE LA PROBLEMÁTICA EN MÉXICO

En síntesis, en México, la situación es la siguiente:

  • 39.2 millones de la población son niños, niñas y adolescentes, quienes El 63% de los 1 a los 14 años ha sufrido algún tipo de violencia
    • 18% de menos de 5 años no tienen un adecuado nivel de desarrollo
    • 82% no alcanzan los aprendizajes esperados
    • 33% de 5 a 11 años padecen obesidad y sobrepeso
    • 36% de las y los adolescentes, de 12 a 19 años, presentan sobrepeso y obesidad
    • 8 de cada 10 agresiones contra niños, niñas y adolescentes de entre 10 y 17 años suceden en la escuela y en la vía pública
    • 50% de adolescentes de 12 a 17 años han recibido algún tipo de agresión física en sus escuelas
    • 6 de cada 10 niños, niñas y adolescentes entre 1 y 14 años han experimentado algún método violento de disciplina en sus hogares
    • 6 de cada 10 mujeres adolescentes entre 15 y 17 años han sufrido al menos un incidente de violencia (física, emocional, sexual o económica)
    • A finales del 2017 alrededor del 20% de las personas extraviadas o desaparecidas en el país fueron niños, niñas y adolescentes
  • En México se presentaron 6,291 suicidios en 2016. El INEGI reporta que en la Ciudad de México hay 4.2 suicidios por cada 100 000 habitantes
  • La tasa más alta de suicidios se presenta en jóvenes de 20 a 29 años. Las causas son problemas familiares, de pareja, depresión, ansiedad, alcoholismo y otras drogas.

A nivel mundial la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que cada 40 segundos una persona se suicida. Señala también que el suicidio constituye la segunda causa de defunción en jóvenes de 15 a 29 años.


Autora: Denisse Talamás Salazar


1.- Traducción propia. Texto original: “The truth about childhood is stored up in our bodies and lives in the depths of our souls. Our intellect can be deceived, our feelings can be numbed and manipulated, our perceptions shamed and confused, our bodies tricked with medication, but our soul never forgets. And because we are one, one whole soul in one body, someday our body will present its bill”

2.- Vincent J. Felitti, MD y otros, Relationship of Childhood abuse and Household Dysfunction to Many of Leading Causes of Death in Adults, The Adverse Childhood Experiences (ACE) Study, 1998.

3.- Robert M. Sapolsky. “Why stress is bad for your brain”. Science, 273 (1996) Pág 149-150, citado por: M. Diamond, J, Hopson. Magic Trees of the Mind. A Plume Book. 1998. Pág 81-82.

4.- M. Diamond, J, Hopson. Magic Trees of the Mind. A Plume Book. 1998. Pág 81-82.

5.- G. Frazzetto, Cómo sentimos. Sobre lo que la neurociencia puede y no puede decirnos acerca de nuestras emociones. Anagrama, 2014. Pág. 43 y 44.

6.- E. Kandel, La nueva biología de la mente. Qué nos dicen los trastornos cerebrales sobre nosotros mismos. Paidós. Pág. 191.

7.- Ibídem. Pág. 72-75.

8.- En Vincent J. Felitti, MD y otros, Relationship of Childhood abuse and Household Dysfunction to Many of Leading Causes of Death in Adults, The Adverse Childhood Experiences (ACE) Study, 1998 se enumeran una serie de factores que hemos retomado y adecuado al caso concreto.

9.- Ibídem.

10.- Ibídem.

11.- G. Frazzetto, Cómo sentimos. Sobre lo que la neurociencia puede y no puede decirnos acerca de nuestras emociones. Anagrama, 2014. Pág. 156 y 157.

12.- J. Miró. Dolor Crónico. Procedimientos de evaluación e intervención psicológica. Editorial Desclée. 2006. Pág. 52.

13.- A. E. López Martinez, L. Gómez Pérez, G. T. Ruiz Párraga. Trastorno de estrés postraumático y dolor crónico: nexos entre psicología y patología. Escritos de psicología. Vol. 3, nº1,pp8-19.




Situación de la infancia en México. Informe anual UNICEF 2018, disponible en https://www.unicef.org/mexico/informes/informe-anual-unicef-m%C3%A9xico-2018 (consultado el 9 de diciembre de 2019.

https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/suicide Centro de prensa, notas descriptivas, suicidio, datos y cifras. 2 de septiembre 2019

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